Playas de Abril.

La temperatura del agua contrastaba fervientemente con la temperatura de mi cuerpo. Dándole la espalda al Mar y con mis pies en la orilla la tuve de frente a media distancia. El agua me enfriaba las piernas pero no subía más allá de mi cintura, por eso, con el calor de mis ojos y sin usar mis manos conseguí tocarla.
Cuando la abracé en la arena tuve la sensación de que el Sol bajaba la guardia. Aún así le coloqué mi mano derecha a modo de visera, mi brazo izquierdo le servía de almohada como siempre. Mi boca jugaba al contraste que existía entre la sal de sus labios y la dulzura de su lengua. Mis ojos suspiraban.
Desde entonces, miro al Mar y estoy convencido que en alguno de sus puntos se encuentra parte de nuestra piel absorbida por el agua.

Comentarios

  1. Sol y Mar con mayúsculas evidencian el protagonismo que les das en tu relato, el final está muy bien cerrado, la transferencia de la sal del agua desde los labios hasta los ojos que miran al Mar es muy bueno.

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