Algunas directrices.

Desde abajo hasta arriba, una línea tan imaginaria como real me muestra un camino privado que debo recorrer.
De lado a lado un paréntesis que protege mi esencia.
En el camino privado no se contemplan los tiempos verbales, ni se funden el tiempo humano y el tiempo cosmológico. Es un camino sin meta. Un camino que se convierte en lugar. Un lugar para abstraerse de la corrupción del mundo.

El aroma que respiro en el camino, envuelve mi cuerpo y me hidrata por fuera. Echo mano del agua limpia y sin manipulación negativa que me ofrece y coloca a los pies de donde solemos subirnos. 

Las palabras cálidas me aceleran en ese camino. Las palabras frías son malinterpretaciones fugaces que se esfuman cuando me agarro al paréntesis que forma su cintura. 

En ese camino que no es otra cosa que su cuerpo, refuerzo mi ateísmo. Cuando me agarro a su paréntesis, dentro del mismo escribo de cabeza.

Y nada de azúcar desde que conozco su boca.

Comentarios

  1. Un camino que es un lugar, un di felice, etérea, como el aria de la Traviata entre los amantes que se agarran al aire que los separa para acercarlo y fusionarse, bien escrito...¡que nos inunde siempre la sal!

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