Soledad llena en Los Baños del Carmen

Aquel día estuve pensando solo. Ninguna persona física interactuaba conmigo. El balneario estaba desierto de cuerpos rutinarios.
Aún no sé a qué leyes correspondía lo que vi camino hacia ese lugar...
Yo avanzaba en mi camino, el viento, en mi contra, caminaba más rápido que yo y la mezcla de sol y nubes reflejaban en la arena distintos cañones de luz, como un espectáculo que espera que una estrella acuda al centro del foco. Foco al que yo no llegaba nunca. 
A donde si llegué fue a Los Baños del Carmen, parecía estar desalojado para mi. Yo no hice ni reserva. Allí el viento también estaba presente, pero de diferente forma, porque allí dentro, las leyes se mueven en unos parámetros más bellos. Así que el viento besaba a la marea muy fuerte, era como el impacto labial entre dos almas que se reencuentran después de un tiempo. A ratos, la marea cambiaba de dirección, como si el viento la estuviese volviendo loca, pero no era eso lo que ocurría, lo que pasaba es que el mar le cedía al viento el timón... como hacemos todos en algún momento de nuestras vidas cuando necesitamos sentirnos protegidos o que nos lleven a donde sea...
Me senté cerca del muro que marca el límite entre Mar y Tierra. Me pinchaba como solo ella sabe hacerlo, lanzándome gotitas de sal. Puse una sonrisa de medio lado y me aparté un poco.
A lo lejos divisé el puerto, y más allá las montañas y más allá todavía... más montañas. 
Y me pregunté si en ese mismo momento, alguna de aquellas montañas me divisaban a mí. Me volví con esa duda. 

Comentarios

  1. indefectiblemente estás alcanzando a navegar sobre el viento con la seguridad de un viejo lobo de mar.

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